El guerrero cabalgó hasta la cabaña, empuñó la espada y se dispuso a saquear la única estancia de la casa. Antes de entrar, observó a través de la ventana al monje de traje oscuro que, arrodillado frente la cruz, murmuraba avemarías y acariciaba las cuentas de un rosario.

—¡Larga vida al rey! —El caballero entró en la estancia y cortó, de un golpe preciso, el cuello del religioso. La figura negra se desplomó sobre la cruz, quedando abrazada al Jesucristo crucificado.

Del caballero fue su tercera víctima. Las dos primeras habían sido jóvenes guerreros que el enemigo había enviado al frente, indefensos y sin una retaguardia que les protegiera. Esta ocasión fue diferente. La casa olía a muerte y varias manchas de sangre se confundían con la tierra negra del piso.

El guerrero cargó el cadáver del monje y botó cabeza, cuerpo y cruz a la fosa común de detrás de la casa. Mientras cubría con tierra la sotana oscura, recordó que allí también yacía Blanca: la joven de tez clara que soñaba con ser reina. Ese maldito monje la había asesinado una semana atrás.

—¿Señor? —La pregunta alteró al guerrero que volteó, desarmado, en dirección a la voz—. ¿Ha visto unos dados?

El rostro del caballero emblanqueció hasta confundirse con el horizonte. Al lado izquierdo de la casa, descubrió a una chica rubia que llevaba un vestido largo y dorado. Sostenía, con la mano derecha, una sombrilla amarilla que le ensombrecía el rostro. La otra la mantenía alzada moviendo los dedos como culebras.

—¿Quién… —vaciló—. ¿Quién eres? —El guerrero irguió la espalda y alzó la cabeza—. ¿Viniste a matarme?

—¿Matarte? —La chica sonrió, divertida. Cerró la sombrilla y golpeó suavemente la armadura del caballero—. Con tal caparazón, ¿cómo quieres que te mate?

El guerrero rodeó a la muchacha y, sin apartarle la mirada, se situó junto a su caballo blanco. El animal bajó el hocico y se dejó acariciar.

—¿Viste los dados o no? —la chica insistió—. ¡Necesito un cinco para salir!

—No sé de qué me hablas.

—¡Los dados! —El animal alzó la cabeza y rechinó ante el grito femenino—. Unos cubos blancos con puntos negros dibujados.

—¿Puntos negros? ¿Dónde hay puntos negros?

—En los dados.

—¿Vienen hacia acá? —El caballero observó la blanca neblina que les rodeaba—. ¿Van armados?

—¿Armados? ¿Los dados? No, claro que no. Pero a veces les gusta dar vueltas y esconderse en cualquier lado. —La chica caminó hasta la puerta de la casa, la abrió y ojeó la oscuridad del interior.

—No he visto eso que dices —contestó el guerrero y, sonriente, añadió—. Pero creo que te puedo ayudar.

—¡Sí, ayúdame! —Los ojos de pupilas amarillas se dilataron.

—Primero tengo que culminar una misión, después buscaremos esos dados. Acompáñame, mi caballo nos puede cargar a los dos. —El dorso del animal resonó con las palmadas del guerrero—. Viajaremos hacia el noreste: dos casas hacia el norte, una hacia el este. Llegaremos cerca del reino enemigo.

—¿El reino enemigo? ¿Cuál? ¿El azul?, ¿el verde?, ¿el rojo?

—¡El negro! El de la eterna oscuridad. —El caballero extendió el brazo y señaló su alrededor. La chica lo miraba perpleja—. Tras el viaje, llegaremos a una casa blanca y mi caballo deberá descansar. Pero tú proseguirás la marcha: caminarás dos casas hacia el norte y otra hacia el oeste. Tu destino será una casa negra, como esta.

—¿Allí están mis dados?

—No, allí está el rey.

—Y el rey, ¿tiene mis dados?

—¡No! —La armadura gruñó con la brusquedad del movimiento—. Tus dados queridos lo iremos a buscar después, pero primero tienes que ayudarme.

—¿Qué más tengo que hacer?

—¿Aceptas el reto?

—…

—Tranquila, desde la cabaña blanca yo te estaré protegiendo. —Ella asintió—. Solo tienes que llegar a la casa negra y entrar sin avisar. Verás al rey que descansa en su trono: lo reconocerás por la corona de oro negro que reposa sobre su cabeza. Te acercarás y le transmitirás el mensaje.

—¿El mensaje? —preguntó la chica dorada—. ¿Qué mensaje?

—Son solo dos palabras, no las olvides. Cuando estés tan cerca que le roces el oído, le dirás: jaque mate.

Publicado en ‘La mancha mínima’, libro de alumnos de la Escuela de Escritores, 2016


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