—¡Buenos días, estimados pasajeros! Deseo que tengan todos ustedes un buen viaje.
El señor, que parece trabajar para el bus, se dirige al improvisado público con una voz tan potente que despierta a los más adormecidos.
—Les veo bien acomodados en sus asientos, algunos incluso durmiendo —suspira—. Y en estos momentos les pregunto, ¿quién se acuerda de Dios? —Extiende el dedo índice y señala a los pasajeros aleatoriamente—. Caminan por sus vidas sin apenas acordarse de Él, luego, una desgracia les acontece y llorando corren a la iglesia a rezarle Padrenuestros.
Hace una pausa y mira detenidamente los pasajeros, buscando sus los ojos. Algunos le devuelven la mirada, otros la desvían hacia los montes que se dibujan tras las ventanas.
—Probablemente habrán oído hablar de la banda de delincuentes que, días atrás, asaltó un bus que iba a Lima. ¡Calatos les dejaron! ¡Todito les quitaron! ¿Acaso alguien se acordó de Dios cuando subieron al vehículo?
El recuerdo de la noticia ha intimidado a la audiencia. La mayoría de los pasajeros susurra una breve oración, rogando llegar sanos y a tiempo a su destino.
—¡Deben cuidarse de los peligros de la vida, hermanos! —La voz prosigue el monólogo que adquiere un tono melodramático—. Por ejemplo, las gaseosas. Coca-cola, Inka Cola, Gastorade y tantas otras. ¿Saben ustedes que les producen? ¿Conocen los efectos secundarios?
El hablador, de rasgos mestizos y vestido de traje oscuro, sostiene un pequeño libro en la mano. Tras una pausa larga, lo gira y alza la voz:
—¡Artritis!, —grita—. Exactamente señores y señoras, tanta gaseosa les produce artritis, esa enfermedad que le pone a uno los dedos así —Alza la mano y la sostiene para arriba, con los dedos encogidos irregularmente. En la portada del libro se distingue la misma imagen—. Empiezan a sentir dolores en sus articulaciones y siguen tomando bebidas embotelladas. ¿La solución? ¡Banana! Fósforo, vitaminas, nutrientes. Una banana al día, ¡solucionado! Y es que yo les pregunto, ¿y su salud? ¿Cuándo van a empezar a cuidar de su salud? Comen papa rellena, carne, pollo. ¡Pollo! ¿Son conscientes de la cantidad de hormonas que hay en un trozo de pollo? Y ustedes pollo para almorzar, pollo para cenar, siempre pollo. Y tanta hormona les hace crecer tetas a los caballeros y bigote a las damas; vuelve a sus hijos homosexuales y les provoca otra grave enfermedad, ¿saben cuál?
De su mochila, ubicada en los estantes superiores del ómnibus, coge otro librito y se dirige a la puerta interior del vehículo, la cual separa la cabina del conductor del espacio de los pasajeros. Desde esa posición se siente omnipotente, al alcance de todas las miradas. Agarra el libro con las dos manos y lo voltea en acto heroico:
—¡Obesidad! ¡Gordura! —En la portada del libro, una pareja con demasiada grasa descansa en un viejo sofá rojo—. Y no hablamos de Estados Unidos, damas, caballeros, ¡hablamos del Perú! ¿No ven tantas personas obesas que tendrían que comprar dos boletos porque no caben en un solo asiento? ¡Y tienen el del lado sentado de perfil!
hola Marta! ya me tocó unas tres veces ese tipo, pero no se si sea el mismo. Una vez fue con voz amplificada con parlante. sinceramente, pienso que ese tipo de comercio debería estar prohibido, a menos que te lo mencionen antes de comprar los pasajes. En fin, esta muy chevere tu crónica, como te has acordado hasta el más mínimo detalle?? jajaja, abrazos!
Ei Victor! Con parlante ya demasiado!! Por "suerte" siempre me han tocado a viva voz. Pero es feo cuando te dispones a disfrutar del viaje y aparece uno de ellos…. yo siempre les miro mal jejejjeej 😛
Gracias por tu comentario, un abrazooo!!
Molt bé Marta, .m'agrada com escrius, un petó.
Carme
Gràcies mama 🙂 Petonets!!