Tras vencer el Ejército de las Cien Espadas, surcar el mar de los Piratas Salvajes y salvar a la princesa de las entrañas de la Ballena Asesina, el héroe regresa a palacio. El hombre se ha vuelto leyenda. Después de un mes de halagos y ruedas de prensa, hoy luce aseado y triunfante con traje y corbata: es el protagonista secundario de la boda del reino.
En la torre más alta del castillo, la princesa se viste de blanco. Siente el estómago comprimirse bajo el corsé. La tela le ciñe el cuerpo, le moldea la figura y le asfixia el alma. Se observa en el espejo: cinco quilos de polvos maquillan una tristeza profunda. El olor a gardenia y vetiver se le hace insoportable.
En el palacio, las trompetas afinan en la menor, los jazmines aromatizan los pasillos y el mármol reluce con el caminar. Los fogones de la señora Guillermina guisan mil trescientas perdices. Ochocientas se servirán como aperitivo para los invitados. Las demás se congelarán en tuppers: dicen que, cuantas más perdices, mayor felicidad matrimonial.
El héroe espera en el altar. Los invitados musitan sus hazañas, recopiladas en cuentos infantiles. Hablan de dragones y unicornios, de brujas y piratas. Para crear mayor tensión, los relatores han engrandecido las lagartijas, han alado a los caballos y han hecho volar a las hechiceras.
Las notas inaugurales de la marcha nupcial acallan los susurros. En un extremo de la alfombra central, la princesa aparece deslumbrante, vestida de blanco inmaculado. Los presentes olvidan respirar. La novia camina con lentitud mientras levanta miradas, provoca sorpresas y enciende murmullos. El Rey avanza a su lado, con la mirada fija en el felpudo, rojo como su rostro. El perfume de gardenia y vetiver persigue sus pasos.
Frente al párroco, el monarca entrega la princesa al héroe y le fulmina con la mirada. De reojo, el futuro príncipe observa el bulto que se esconde bajo un blanco no tan inmaculado. Ella esboza una tímida sonrisa mientras sostiene su vientre con ambas manos.
El héroe aprieta los puños. Ni la más oscura de las soledades, ni los tres mil quinientos piratas esquivados se pueden comparar a los ojos inquisidores de la sala, al rumor in crescendo y al asfixiante olor a gardenia y vetiver. Un nudo le comprime el estómago. De los libros de cuentos, a las revistas del corazón; de leyenda a hazmerreír. Definitivamente, prefiere sortear la muerte que enfrentarse al juicio ajeno.
El héroe patea el piso: es el blanco de todas las miradas. Sabía que la princesa era una pendeja. Ya no las hacen con gritos agudos en la garganta y frágiles como el cristal; ahora quieren ser independientes, sin héroes que les salven la vida ni amores eternos. ¿Quién sería el culpable de ese bulto deshonroso? El héroe cierra los ojos y recuerda las palabras que la bruja Curuja gritó en el Bosque Encantado, momentos antes de desaparecer. El hombre agarra aire, alza los brazos y vacía los pulmones de un grito:
—¡Tierra trágame!
Tras un silencio sepulcral, la tierra empieza a gruñir. Los bancos se balancean con violencia y las lámparas tiritan. Los invitados se levantan desesperados, se jalan de los pelos y se atoran en la puerta de salida. El bullicio es incesante. Ante el altar, el suelo se abre. En el aire se acumulan gritos desafinados, tintineos arrítmicos y el crujido sordo de mármol.
Cuando vuelve la calma, la iglesia se encuentra prácticamente vacía. De pie frente al altar, la princesa observa la ranura que se cierra en el piso. No puede evitar soltar una carcajada mientras se saca la almohada de debajo el vestido. Siente tristeza por el héroe pero está harta de maquillajes y blancos inmaculados: la vida es demasiado corta para vivirla comprimida bajo un corsé.
La mujer une el índice con el pulgar, se acerca el gesto a la boca y sopla con fuerza. Tras el silbato, un caballo alado rompe la única vitrina que aún queda entera. La mujer sube al lomo del animal y vuela hacia lugares remotos y desconocidos. Quizás algún día también sea la heroína de los cuentos infantiles. De momento, prefiere apestar a baba de ballena que a gardenia y vetiver.
Senzillament, espectacular.
Molt ben escrit , conforme vas llegint ho vas imaginant i un final totalment inesperat i molt bo.
Gaudim de la vida i cadascú faci el camí que més li ompli.
Gràcies.
Gaudim i afrontem els reptes 🙂 molt agraïda, una abraçada gegant!